Verónica | Crítica

Verónica, dirigida por Carlos Algara y Alejandro Martínez Beltrán, y escrita por Carlos Algara y Tomas Nepomuceno, es una cinta mexicana de un poco menos de hora y media de suspenso que nos cuenta la historia de una psicóloga, que vive alejada en las montañas, y que decide tratar a una paciente con recuerdos reprimidos de su niñez, persona que por alguna razón, se ha quedado sin su terapeuta anterior.

Claro que de inicio Verónica suena atractiva gracias a su premisa, pero las líneas de sus personajes son mediadas por un hilo de desesperación que al principio es chocante por la interacción de cliché entre personas inestables emocionalmente y el alarmante secreto de que quienes se dedican a la psicología son personas que han podido (según) hacerles creer a los demás que no están locos\as; pronto en su desarrollo se descubre el trasfondo de los malestares, de las anomalías mentales, del daño, y de que en realidad todos los protagonistas de esta historia en blanco y negro, guardan celosamente sus secretos.

Arcelia Ramírez (Juana Inés, Perfume de violetas) es la psicoanalista, quien desde su cautelosa trinchera de la observación, permite poco a poco dejarse envolver de la labia de Verónica de la Serna, mujer de 25 años interpretada por Olga Segura (La hermandad, Señora Acero). Hubiera preferido que se dijeran cosas atrevidas de las que según hicieron o eso te dan entender por las escenas saturadas de objetos inanimados, pero con mucha intención de decirnos que la autocomplacencia es lo de hoy. Así mismo su retrógrada manera de perfilar al paciente conflictúa la realidad de las cosas porque como bien Verónica reclama en su “sano y santo” juicio:

La psicóloga se empodera como el amo ante la presencia de una esclava de su cabeza, asumiendo superioridad sobre la rebelde locura que atrevió a drenarse en un diván, por lo que juega a intercambiar los papeles complementarios, para que después de unas preguntas serias, directas e incómodas, ahora dependieran de la quien goce de lucidez.

Es muy delicado hablar de agresiones sexuales (o así debería ser), porque resulta tan tentador que haberle dado un pasado indeseable a Verónica solo hace una historia sin propósito en lo proyectado, vuelve al cine en entretenimiento, aunque haya estado la imagen (en su mayoría) en blanco y negro; cuadros atrevidos para percibir lo atrapado que es sentirse como Verónica, y si es que logra la empatía para hacerlo porque su caos es tan escueto que cualquiera le diagnosticaría falta de atención.

La cinta me pareció de mal gusto por su insensibilidad con la diversidad sexual; porque ya saben amigos/as si sientes la libertad de expresarte sobre tu sexualidad, de tus impulsos, del placer… no es moralmente aceptado y, además, seguro te pasó algo de chiquito/a.

Pero eso no determina un declive ni mucho menos, sólo es alarmante que para quienes no están familiarizados la película propone varias cosas a los que muchos/as temen que se vuelva costumbre. O más bien, llega a las hebras del conservadurismo que, por ahora, están más tocadas que Verónica.

Hablando de las actuaciones de nuestras protagonistas, Arcelia Ramírez y Olga Segura, la cinta se desenvuelve de una forma decente, aunque en ocasiones los diálogos dejan un poco que desear, llevando a una narrativa, con un desenlace sin mucho chiste, pues se recurre demasiado a la explicación y, hablando de una historia de suspenso, Verónica puede caer en lo “aburrido”.

Crítica realizada por Favián Cávdez

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